lunes, 23 de noviembre de 2009

One-night poem

I'm wearing the same underwear you saw me in that time.
If you don't recall, it is light pink and lime.
It reminds me of that day, the alcohol, the music and the cigarettes.
I remember the moonlight drawing softly in the wall our silhouettes.
I remember that day, when I finally had you just for my own.
I remember that hug in the end, the sweat, and your cologne.
You through me away, and I realised that you didn't care about me eventually.
And I managed to let you know that I gave a shit about you too, foolishly.
The childish illusion, makes me dream of you, every single day.
Hoping to find that you desperately want me someday.
The childish illusion covers the reality that you are just another name in my "things I desire but I can not posses" list.
That we share just one nice night.
And that you are just one memory that disappears in the mist.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Dancing on the clouds


Dancing on the clouds

Sin darme cuenta, sentí que algo humedecía mi mejilla.
Ya me había olvidado como se sentía.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Qué pasa cuando no sentís nada.



¡Te amo, te amo, te amo!
Si, a vos te digo.
A NADIE.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

"Algo se había roto entre nosotros."

Lo que más me indignaba, ante el hipotético engaño, era el haberme entregado a ella completamente indefenso, como una criatura.
—Si alguna vez sospecho que me has engañado —le decía con rabia— te mataré como a un
perro.
Le retorcía los brazos y la miraba fijamente en los ojos, por si podía advertir algún indicio, algún brillo sospechoso, algún fugaz destello de ironía. Pero en esas ocasiones me miraba asustada como un niño, o tristemente, con resignación, mientras comenzaba a vestirse en silencio.
Un día la discusión fue más violenta que de costumbre y llegué a gritarle puta. María quedó muda y paralizada. Luego, lentamente, en silencio, fue a vestirse detrás del biombo de las modelos; y cuando yo, después de luchar entre mi odio y mi arrepentimiento, corrí a pedirle perdón, vi que su rostro estaba empapado en lágrimas. No supe qué hacer: la besé tiernamente en los ojos, le pedí perdón con humildad, lloré ante ella, me acusé de ser un monstruo cruel, injusto y vengativo. Y eso duró mientras ella mostró algún resto de desconsucio, pero apenas se calmó y comenzó a sonreír con felicidad, empezó a parecerme poco natural que ella no siguiera triste: podía tranquilizarse, pero era sumamente sospechoso que se entregase a la alegría después de haberle gritado una palabra semejante y comenzó a parecerme que cualquier mujer debe sentirse humillada al ser calificada así, hasta las propias prostitutas, pero ninguna mujer podría volver tan pronto a la alegría, a menos de haber cierta verdad en aquella calificación.
Escenas semejantes se repetían casi todos los días. A veces terminaban en una calma relativa y salíamos a caminar por la Plaza Francia como dos adolescentes enamorados. Pero esos momentos de ternura se fueron haciendo más raros y cortos, como inestables momentos de sol en un cielo cada vez más tempestuoso y sombrío. Mis dudas y mis interrogatorios fueron envolviéndolo todo, como una liana que fuera enredando y ahogando los árboles de un parque en una monstruosa trama.

Seguidores